miércoles, 26 de marzo de 2014

La Leyenda del Picaflor

Esto paso hace mucho. Cuando el mundo era tan nuevo que las personas aun no lo habitaban. Sí, en cambio, los ríos y los arroyos. Las montañas y las piedras. Las flores y los animales. ¿Todas las flores? Sí, todas. ¿Todos los animales? No, todos no. Habían peces y sapos. Iguanas y abejas. También habían pájaros, muchos pájaros. Pero no como los conocemos ahora. Porque aunque ya tenían alas para volar y voces con que trinar, todavía eran de un mismo y único color: marrones como la tierra.
-Nuestras plumas no son coloridas – se quejaban-. ¿Por qué no podemos parecernos a las flores? Así decían los pájaros, hasta que una mañana decidieron hacer un viaje al cielo y pedirle a Inti -el sol- que les pintara las plumas con los mismos colores que había usado para las flores.
Reunidos en bandadas, igual que abanicos abiertos, los pájaros iniciaron su viaje bien temprano para volver antes del anochecer. No todos formaron parte de la expedición. Los horneros se quedaron en la tierra para seguir trabajando. Las calandrias, para cantar. ¿Y unos que se llamaban Tumiñicos?. Los Tumiñicos se quedaron en la tierra porque eran tan chiquititos que jamás hubieran llegado hasta el sol. Se quedaron volando bajito. Inquietos y livianos como la brisa. Andando nerviosos de una flor a otra flor.
Pero el día pasó y los viajeros no volvieron. Llegó la noche y tampoco. ¿Qué había pasado en el cielo, tan cerca del reino del Sol?
- ¡Pobres criaturas!- dijo Inti cuando vio a los pájaros que volaban hasta él-. ¡No deben llegar hasta mí! ¡Mis rayos los van a quemar! Entonces reunió a las nubes. Les ordenó que lo escondiesen y les pidió que hicieran caer una lluvia copiosa justo ahí, donde los pájaros que habían ido a buscarlo no paraban de volar. A penas los viajeros aterrizaron en un claro para guarecerse, Inti hizo que las nubes se abrieran de golpe y sus rayos dibujaran en el cielo el más maravilloso arco iris que jamás se hubiera visto.
Atraídos por la intensidad de esos colores, los pájaros volaron hacia el arco y en él se posaron para teñir sus plumajes. Unos metieron el copete en la franja roja. Otros se bañaron en el amarillo. Cada cual eligió los colores que quiso para sus plumas y por fin, hermosos y brillantes, emprendieron el regreso.
Llegaron una mañana y los silbidos y gorjeos de alegría volvieron a llenar el bosque. Entre tanto barullo y colorido -pájaros que llegaban, pichones que los recibían-, nadie se dio cuenta de que los Tumiñicos no estaban. ¿A dónde se habrían metido? ¿Por qué no se sumaban a la fiesta? Eso piaban las multitudes cuando, de pronto, en un rapidísimo e incesante aleteo apareció uno de ellos. Al verlo, de todos los picos brotó la misma exclamación: - ¡Qué plumas floridas! ¡Qué festival de colores! ¿A dónde fuiste a buscarlos?
El pajarito oyó la pregunta y no supo que contestar. Unas flores vinieron en su ayuda: -Ustedes querían los colores –dijeron las flores a los pájaros- y viajaron hasta el arcoiris. Pues nosotras queríamos volar –explicaron– y elegimos a los Tumiñicos. Les pusimos nuestros colores a sus plumas y desde entonces volamos en ellas.
El pajarito, que hasta ese momento no sabía de sus cambios fue a mirarse en agua de un arroyo y se encantó. Y así, suspendido en el aire con gracia invento su nuevo nombre: PICA PICA, PICAFLOR.


Silvia Schujer

3 comentarios:

  1. HERMOSO!!!! PARA TRABAJAR MIL COSAS GRACIAS POR SU CREACIÓN A LA AUTORA ILUSTRADORA, EDITORIAL Y POR LAS SUGERENCIAS PARA TRABAJAR EXCELENTE LIBRO.

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