Alicia y
José corrían desde hacía rato por la plaza. Al fin, cansados y transpirados, se
sentaron en un banco. Frente a ellos, un árbol dejaba caer sus hermosas flores
rojas.
En ese
momento una muchacha apareció por el sendero y se sentó junto a ellos.
- ¿Saben
como se llama ese árbol? – preguntó.
Alicia y
José se miraron y rieron. – Claro, se llama ceibo.
- ¿Y saben
su historia? – insistió ella.
Los niños
se quedaron serios. Para nada sabían que ese árbol tenía una historia.
- Antes de
ser árbol – dijo la muchacha – fue un charrúa muy valiente. Se llamaba Zuanadí
y estaba enamorado de una hermosa princesa que se llamaba Churrinche.
- ¿Y qué
pasó? – preguntaron los niños.
- Bueno,
Zuanadí se enfrentó a los conquistadores. Peleó con valentía pero cayó
gravemente herido. Entonces llamó a su amada y ella trató de curarlo, pero fue
en vano: Zuanadí murió.
Una ráfaga
de viento agitó las ramas del árbol.
- Desde ese
día – prosiguió la muchacha – el valiente charrúa vive en cada flor del ceibo,
roja como su sangre. Las espinas de su tronco lo siguen defendiendo de los
conquistadores. ¡Y su amada Churrinche viene siempre a visitarlo!
En ese
momento un pajarito rojo revoloteó sobre sus cabezas y fue a posarse entre las
flores del ceibo.
- ¡Allí
está! ¡Es un churrinche! – gritaron los niños.
- ¿Han
visto? – dijo la muchacha -. La princesa revive en cada pajarito y siempre, de
noviembre a febrero, los dos están juntos como entonces, libres y rebeldes.
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